22 diciembre 2022
- Este cuento lo coloco cada año en alguno de mis blogs y hoy le ha tocado a este:
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- Lo sé, sí, lo repito una y otra vez, pero es que en estas fechas me resulta imposible no recordarlo:
- Qué cosas me contaba mi abuelo. Él era el primer Enrique conocido de la familia, y lo fue, además, por su fabulosa capacidad para contar cuentos e historias.
- Un día me contó, cuando yo estaba llorando como un bebé, que no debía hacerlo y para justificar por qué no debía hacerlo, me explicó una de sus historias. Ese día me cogió, como hacía siempre, por los hombros y hacía que le mirara a los ojos y entonces empezó a contarme que ….
Un vecino de la escalera donde él (mi abuelo) vivía de pequeño, moraba muy solo en esa inmensa casa que poseía, un hombre muy sombrío. El Hombre, Pere se llamaba, era conocido por ser un desagradable y viejo tacaño que siempre gruñía, más que hablaba, cuando se cruzaba con cualquiera por la escalera. Gloria, la portera, creía que estaba así porque todos sus hijos le habían olvidado, pero estaba convencida que no era mala persona.
Un día de Navidad, mientras se celebraba la fiesta con toda la familia y mientras estaban todos cantando las clásicas canciones del día, me decía mi abuelo que oyeron un gran estruendo en las paredes que daban con el vecino y algún lejano gruñido que, al parecer, dejaba oír cosas poco agradables e impropias de persona humana alguna. Mi abuelo, como ya estaba advertido Por Gloria, se fue a la cocina, llenó una copa de cava y partió un buen trozo de turrón de yema y, sin que nadie se diera cuenta, salió al pasillo de la escalera y llamó a la puerta del vecino. Éste tardó en abrir, pero al rato lo hizo y cuando el hombre le preguntó a mi abuelo que era lo que quería este le respondió que: “nada, solo quería desearle una muy feliz Navidad” y al punto le dio la copa y el turrón que llevaba entre las manos. El viejo, cuenta mi abuelo, que estuvo unos segundos sin decir nada. Al rato, cambiando el semblante, el viejo gruñón se agachó ante el niño que era mi abuelo y con lágrimas en los ojos le dijo: “Gracias, ¿No me vas a pedir nada a cambio?” y, dice mi abuelo que le dijo; “No, solo quiero que sepas que no estás solo”. Con un fuerte abrazo que duró unos largos segundos, dice mi abuelo que el hombre le dijo, repetidamente, gracias, gracias, gracias y se despidió con gran velocidad cerrando la puerta al instante.
Desde esa fecha el viejo gruñón se convirtió en amigo inseparable de mi abuelo, recordándome que una de las mayores tristezas de su vida fue cuando el viejo vecino murió, lo cual hizo a los pocos años de aquella Navidad y a cuyo sepelio acudieron todos los vecinos y muchos extraños pues ese hombre se convirtió, desde ese suceso, en una especie de Ángel Custodio de toda su vecindad y de mucha gente del barrio.
- No creáis que me invento estas historias, quizás sea que yo las recuerdo así, seguramente son, solo, lo más parecido a la realidad y solo sea eso, pero para mí siempre serán como lo que son, un feliz recuerdo.
- Sirva este cuento para recordar a todos los abuelos del mundo que, con su paciencia, generosidad y amor, hacen que seamos todos mejores personas, aunque nos cueste serlo.
¡¡¡Feliz Navidad!!!
Cuatro de mis mejores refugios
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Una entrañable historia del primer Enrique de la saga... También mi abuelo fue el primer Ernesto, soy el tercero, y final! Los anteriores fueron militares, y también conmigo se acabaron los uniformes. Quiero decir que yo ya no los usé.
ResponderEliminarLa historia es bonita, y natural, en lo que tiene del impulso de un niño perceptivo y determinado. También cuenta la época... Hoy, creo, no va quedando margen para estas demostraciones de cordialidad y empatía. Por lo menos en las "ciudades".
¡Cuidemos a los más jóvenes! Y no me refiero solo a los nuestros. Conozcamos, saludemos, charlemos, a los amigos de nuestros hijos, y, sobre todo a los de nuestros nietos...
Mañana serán el último eslabón de "gente conocida".
Tal vez por edades nuestras, nuestros amigos ya no estén.
Abrazos Enrique. ¡Felices días familiares!
Que bien lo cuentas y razonas, amigo Ernesto, cuidemos a los más jóvenes, a todos sin excepción, son el último eslabón.
EliminarNo me canso de repetirlo ... ¡¡¡Feliz Navidad!!!
Una historia digna de la Navidad.
ResponderEliminarGracias por compartirla.
Gracias a ti, TS, por leerla y comprenderla.
EliminarFeliz Navidad
A mi abuelito de San Isidro Bergondo, La Coruña, le hubiera encantado oír esa historia y seguro hubiera lagrimeado como yo ahora... Te cuento de mi abuelito para no decirte directamente, tanguero argento llorón como soy, que me emocionaste, amigo.
ResponderEliminarPasa maravillosamente las Fiestas de Navidad y Año Nuevo, como lo tienes merecido, Enrique, y por si desaparezco unos días, te mando un fuerte gigantesco abrazo hasta 2023.
Gracias, amigo Carlos, yo, dada mi escasa movilidad, estaré aún por aquí, pero deseando entrar en fiestas, ya. El alma crece en estas fechas y yo no puedo permitirme el lujo de despreciar esos momentos.
EliminarUn abrazo muy fuerte y celebro lo de tu abuelo coruñés, un gallego de verdad.
Feliz Navidad, mi amable poeta.
Gallego y anarquista se asumía. Uno de mis lemas de vida él me enseñó: "Nada es de nadie..."
EliminarAbrazazo hasta ese alma, amigo.
Respondo con la misma fuerza a ese abrazo con otro, querido amigo Perrotti
EliminarComprendo que todos los años edites este cuento , además de ser navideño es muy bonito.
ResponderEliminarGracias, Tracy, eres un ángel, te mereces el cielo por aguantarme año tras año.
EliminarUn abrazo fuerte.
Hermosa historia. Uno siempre debe dar y escuchar a los demás. de esa forma habría menos gente sola y triste. Te mando un beso.
ResponderEliminarAsí es, querida Judit.
EliminarFeliz Navidad, escritora.
¡Cuántos viejos gruñones solitarios hay que darían lo que fuera por una sonrisa amable, una caricia, una llamada a su puerta, a su teléfono durante estas fiestas!
ResponderEliminarFelices días, Enrique, y un abrazo muy fuerte.
Así es, Diego. Esta mañana, al despedirme de los amigos del Ateneo, vi muchas caras de soledad, que vivirán en soledad todas las fiestas.
EliminarUn abrazo, Diego.
Enrique, amgo, feliz navidad!!!
ResponderEliminarY disculpa por ser yo tan desastre!!! Me encanta leerte, aprendo mucho de tí, y te aprecio como ser humano de una forma especial Pero no llego a todo, y siento culpa y rabia, te lo aseguro. Pero me tengo que poner al día!!!
Mi deseo de que disfrutes de estos días al máximo, en compañía de todos tus seres queridos. Te mereces lo mejor de lo mejor!!!
Un enorme abrazo, querido amigo!!! Es un placer tu compañía y acompañarte. Un verdadero placer!!!
No tienes que disculparte, amigo Emilio. Todos nos quedamos con las ganas de llegar a todo lo que escriben nuestros blogueros amigos, pero eso es así, el día que sea una carga hay que dejarlo pasar, no se puede llegar a todo, ni leer todos los periódicos que se publican en el día, ni oir todos los programas de radio de todas las emisoras por mucho que nos guste leer y escucharlos todos.
EliminarUn abrazo muy fuerte.