14 febrero, 2019
Fotografía de Jeanloup Sieff
14 febrero 2020
Hablando de amores y de esa fiesta que lo intenta comercializar …
Mi Madre siempre decía que una persona que regala flores nunca podrá ser una mala persona y yo me lo aprendí … y sigo haciéndolo. Sant Jordi, Enamorados o cualquier fecha o gesta, son excusa para hacerlo.
Me sorprendió ayer que en la tienda donde reina mi superflorista hubiera gran cantidad de hombres, ninguno joven o de menos de cuarenta – por cierto – y eso me hizo sonreír ante ella, (ante la reina de la flora de los amores por un día). Todos pedían cualquier motivo floral y ella, (la reina), se desvivía ofreciendo mil soluciones que a todos gustaba y, curiosamente, sin importar precio, ni cantidad … algo agradablemente insólito para mi.
Ella, (la Reina de la Flora) – en un huequito de su frenética actividad – me dijo, con tono malicioso: “De que te ríes, Enrique … acaso dudas del amor de estos hombres?” … y yo, lejos de intentar ahondar en el asunto, le dije, tan solo: “Nada mejor, querida florista, que creer, yo soy de esos, de creer, aunque sólo sirva para eso, para creer” y ella, (la admirable, bella y muy sesentona florista), me replicó: “No seas incrédulo, amigo Enrique, hay hombres que aún saben apreciar ese sublime concepto cual es el del amor, el respeto y la praxis, que ello comporta”. Yo, sin decírselo, me sentí halagado, algo aturdido por el sentir de esa bella y para mi muy joven florista, sí, tanto que me hizo creer que todo es posible, aún, y que lo que yo ayer viví en esa preciosa tienda, no fue algo casual, ni deleznablemente rutinario.
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