13 febrero, 2016
15 febrero 2020
Enfadada, reacia a iniciar conversación alguna, malhumorada … apenas fijaba la mirada en nada que sucediera a su alrededor, era la bella Elisa de siempre pero totalmente ausente .
- ¿Qué te pasa Elisa? … Elisa ¿Me oyes?
- Ah, perdona Enrique, estaba con mis cosas
- ¿Y?
- Quizás sea lo de siempre, o quizás solo sea mi propio yo el que me está ahogando
- Ánimo, no hay por qué estar triste Elisa, nada vale tanto para que sea capaz de quitarte la sonrisa ¿Verdad?
- Mira, Enrique, no me siento querida, ni apoyada … ni comprendida. Mis amigos no me escuchan, ni me entienden, solo saben hablar de sus problemas; mi marido siempre está de viaje profesional y apenas me llama una vez al día para decirme que está agotado y que seguramente no volverá hasta el lunes y que luego siempre es el martes o el miércoles; mi hijo y mi nieto me necesitan mucho … para que recoja del colegio al niño a las cuatro y media y lo lleve a clase de música o de natación, hasta las seis … pero el fin de semana se van los dos a ver a la madre del niñito que vive con un acaudalado señor del azulejo en Castellón y donde mi hijo ha comprado un apartamentito cerca del mar para que las visitas compartidas les den el mínimo trasiego a ambos. Para mayor INRI, a mis cincuenta y ocho me han dicho en la oficina que deben hacer reestructuración de plantilla antes de que actúe el Partido Socialista y sus socios y con ello deroguen la Ley del PP que permitía y permite, aún, presentar cualquier ERE a la mínima pérdida que ofrezca el negocio … han pensado en mi los muy hijos de su madre. ¿Tú crees que tengo motivos para estar alegre?
Y yo puse la mano en el hombro de Elisa, le sonreí, le di dos besos en señal de despedida y me fui a mi rincón a recapacitar sobre la realidad de la vida, sobre la posibilidad de ser feliz y cuando una y otra cosa se convierten en posibles dependiendo de quien, no sabiendo el cómo y mucho menos el por qué se ceba en unos y no en otros y si en ello tiene que ver algo la actitud de cada uno. Un misterio que aún hoy a mis viejos setenta, no he comprendido, ni he adivinado jamás.
jajaja que puedo decirte que no sepas
ResponderEliminarun escrito hermoso claro y normal
Nos pasa a todos tengamos la edad que tengamos cuando ellos se casan bueno...
un abrazo y sigue asi de genial con el mundo
Hola Enrique, vengo del blog de Tracy, estoy echando una miradita en tu blog, lo que voy me gusta, así que me quedo.
ResponderEliminarAmistosamente.
Franconetti.
Gracias MC, al fondo, la mesa de la derecha, sí, esa, ahí hay sitio.
EliminarTracy es de otro mundo, una de las grandes de la Bloguería.
Bienvenida.
Saludos