Fotografía de Eduard Baldrís
12 febrero 2020
Me mandaba mi Madre a comprar tres pesetas de hielo con un cubo, para la nevera. Benito, el del Bar Plus Ultra de la Plaza del Hospital de Sant Pau, me decía: ¿Podrás con ello nano? … y yo apretaba los dientes y arreaba hasta el tercer piso de Padre Claret, que era un cuarto por lo del Principal que es donde vivían antes los dueños de las fincas sin ascensor que eran todas. Alguna vez me mandaba a comprar carbón y las más a la tienda de Ultramarinos del Tutusaus, pero lo que de verdad me pirraba era ir a comprar legumbres cocidas y especialmente las “mongetes cuites”, (judías cocidas). Las vendían en cucuruchos de papel y al aire, por lo que llegaban a la mitad con la correspondiente llamada de atención de Mamá que me hacía volver a por otra con una reprimenda que yo, con mi aguda y malvada niñez, aún y así notaba que se le escapaba la risa apenas volvía la cabeza …
Pero lo que de verdad me maravillaba era ver pasar, aparcar, descargar y manipular esas preciosas botellas que llevaba ese hombre mágico del camión del Cacaolat … era como si el mundo se parara, era pensar que el placer y el deseo por encontrarlo era posible, pensé que algún día yo podría ser tan mágico como ese hombre con bata gris y escudo en pecho … pensé que algún día sería muy feliz haciendo algo que, como aquel hombre hacía, fuera importante para el mundo.
Hace poco hablaba de la libertad y del espacio infinito que ofrece … hablaba de las gaviotas. Hoy, del futuro deseable, de los sueños y del esfuerzo para conseguirlos … y yo, aún y a mi edad, en ello sigo. No hay edad … solo hay vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario