13 febrero, 2019
13 febrero 2020
Un valiente amigo, algo castigado por sus últimos y constantes achaques, me manda esta nota:
– Intentaba ser valiente, mi Niña, mi hijo, los amigos cercanos dando voces de ánimo.
– No será nada, pero hay que hacer pruebas, me dicen los galenos.
– En las repletas salas de espera veía gente de todos los colores, tal cual, gente entristecida, unos cuasi abrazados cual era mi caso y otros, la mayoría, absolutamente solos … y, muy especialmente, solas.
– En esas salas se aprende a premiar lo que se tiene y hasta me parece que son lugares de ir tan importantes como los Museos, Las Bibliotecas o las discotecas, que de todo hay.
– Bien, hechas las pruebas, ahora queda una tensa semana de espera.
– Te contaré pero no temas, he salido hoy fortalecido de mi debacle emocional.
A veces, las cosas más sencillas se convierten en algo maravilloso: Poder andar, subir los brazos, ir al aseo sin cachava, comer sin asco, subirte al coche aún y empujándote los pies, soñar despierto y especialmente, sentirse vivo y feliz, aún y … pero sí, no son muchas, pero son suficientes.
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