08 diciembre 2019
Venía yo de comer con mi amigo el "Extranjero" y al paso por ella decidí pararme a meditar, a sentarme en uno de esos magníficos bancos que la llenan, me fui a meditar a la Parroquia de San Pedro. Pero al poco y sin saber por qué, me fui a la Playa, casi era de noche pero ahí estaba ella, amenazante y cariñosa, ahí estaba mi amiga, la mar. Sentado plácidamente con el culo en el banco de madera que allí ejerce, se me apareció él. Tenía cara de dar miedo, sin afeitar, ojos de no haber dormido en un siglo y hombros adelantados en señal de decadencia. Pensé, al principio que tenía miedo yo de él, pero a medida que se iba acercando y mientras yo le observaba acercarse por el rabillo de mi ojo izquierdo, empecé a sentir curiosidad. Gente apenas había alrededor, pero en un acto reflejo e inconsciente, me volví al sentirlo muy cerca y al verlo ahí, con esa humanidad enorme y cara de afgano malo o peor, me di cuenta que no me inspiraba temor alguno, sus ojos no intimidaban, solo pedían contacto. Me miró, nos miramos, yo sin dejar de apoyar mis brazos en el banco, ni variar el gesto cara al mar, y él me dijo con un acento árabe muy cargado, ¿me das un euro? … y yo se lo di, no pude evitarlo.
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