Pasear, vagar, perderse, por la Huerta es siempre un motivo para aspirar a esas pequeñas e inesperadas emociones. Volvió a suceder …
Apareció, nuevamente, en plena fiesta de la tertulia del café de las madrugadas, esa bella, delgadísima, atrevida y hasta coqueta setentona que más bien parecía salida de una película de Fellini que de la Calle Mayor y nos soltó un inesperado discurso ante el que todos, incluso el Pisto tuvo que callarse, aunque siguió fumando su asqueroso y amarillento “liado”, admirado ante tan sugerente señora. (Aclararé que el Pisto, a sus ochenta, dice que no le da la gana de dejar de fumar en ese Ateneo, que es donde nació, y que si Franco no pudo con él, menos podrían esos politicastros de la basura, defensores de esa falsa moral que los consume). La bella visitante, con tono altivo y voz de presentadora de las TV del sexo de las noches del ayer, nos dijo:.
“Oigan chicos, estuve aquí hace unos días porque iba una boda y me trataron ustedes muy bien, no me hablaron mucho y eso, en el ambiente rural, siempre es de agradecer, y es por ello que ahora necesito todo lo contrario … ¿podrían decirme si aquí podríamos hacer una grabación para un spot publicitario sobre la ausencia de vida y de futuro en las gentes del agro, para una empresa que dirijo con mi marido que es productor y empresario de la comunicación? … solo serían tres mañanas y eso sí, el local tendría que estar cerrado pero con ustedes dentro, como están ahora, hablando de sus cosas y no preguntando nada. Prometo que no les dejaríamos muy mal, solo pretendemos mostrar la realidad”.
Nadie decía nada y la bella con pamela empezó a pasearse por el local como si nos dejara pensar una respuesta solvente, a la vez que se sabía admirada dado su especial y muy vintage contorneo de caderas. La bella empresaria se paró frente a un cartel que ponía: “Pechuga plancha, Tigres, Músicos, Caballitos, Montaditos, Calamar romana, Pisto casero …” y volviéndose hacia el Pisto que parecía no perderla de vista y no mirándole, precisamente, a los ojos, le dijo … “¿Qué … qué me responden?”. Hubo otro largo silencio y el Jose – que es el hijo del dueño del Ateneo de La Huerta – inesperadamente, me dice: “Enrique, tú que has sido jefe y de esto entiendes … ¿Qué decimos?”. …
No voy a contar lo que contesté, pero al rato de dar mi opinión estábamos todos hablando cada uno de sus batallas, de su surco, de cuando el alcalde fue fusilado en el 38, de que el Rey estuvo aquí en 1908 y todos, sin excepción, estaban sacando pecho ante la bella, ofreciéndole mil copas, mil rincones bellos donde hablar de sentimientos y hasta Jose, el más niño, le dijo que podía tomar su casa como propia aunque el durmiera con las gallinas durante esos días. La cosa tuvo su clímax final cuando Manuel, el guardia municipal, entró por la puerta principal y dijo … ¿Ese BMW 730 que hay ahí fuera es de alguno de ustedes? … entonces la cosa fue como las tracas de las fiestas de la Valencia Fallera … una gran fiesta que tuvo su punto álgido cuando hizo acto de presencia en ella el alcalde pedáneo una vez advertido de la importante presencia de esa admirable y bella visitante por su fiel Manuel.
Ir a La Huerta … es volver a la vida … es como volver a nacer.
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