05 noviembre 2022
- No me lo podía creer: Él estaba allí, sentado en un banco en la Gran Vía, en San Esteban.
- Jugaba con unos revoltosos enanos que le hacían reír y hasta gestar alguna payasada.
- A su lado un grupo de jóvenes casi cincuentones, muy encorbatados todos, hablando y sentenciado la realidad y el futuro de la economía mundial, pero mientras tanto mi hombre, aquél que fue uno de mis mejores y mayores valedores en mi vida profesional, aquél que realizó cientos de conferencias en los Ateneos, Foros Empresariales y Universales de medio mundo, seguía allí, como si nunca hubiese sido nadie.
- Uno de los más engominados y encorbatados salvadores de la economía, dejó un momento su trascendente conversación y le dijo al que ahora no parecía nadie; "¡Papá ... los niños se van a hacer daño, no los dejes que suban al columpio! ... " Y mi querido Gran jefe, fundador de una gran empresa, una gran fundación y hombre que podía cambiar el signo de la economía local en los 90, salió corriendo y sin rechistar hacia el dichoso columpio para reparar su descuido.
- Quería yo ir a saludarlo, pero al levantarse y verle tan obediente, servicial y ocupado, me eché atrás, pensé que igual no era ni buena idea, ni el mejor momento.
- Mi querido y seguramente muy olvidado Gran jefe de jefes, me dio una nueva lección y esta vez lo hizo sin que él, ni yo mismo, nos diéramos cuenta.
Lección a la vista, sin necesidad de palabras. Saludos
ResponderEliminarCarlos
Así es, sobran las palabras, Carlos A.
EliminarFeliz sábado
Entiendo que viste a tu jefe cambiado por los años. Tal vez si te hubieras dirigido a él, hubieras comprobado que era el mismo. Con los años se da un paso atrás para dejar a los más jóvenes que se peleen y luchen, pero realmente, quien uno es, lo es hasta el final de los días.
ResponderEliminarSAludos.
Sí, Manuela, fueron unos instantes (minutos) en los que la memoria se puso de acuerdo con la parte bella de la nostalgia para recordar que solo somos aves de paso.
EliminarUn abrazo de sábado.
Nada más ver la fotografía de Prévert por Doisneau me encantó, amigo. Amo los poemas y las instantáneas de uno y otro... aunque poemas e instantáneas son términos que les caben a las obras de ambos.
ResponderEliminarPero lo que me conmovió fue tu línea, frase, más que eso, tu verso: "Seguía allí, como si nunca hubiese sido nadie."
E imagino que sería un gran verso para el propio Prévert, el gran poeta que pasaba por alguien vulgar, una persona del común, del montón, lo que se dice un don nadie, pero que detectaba poesia y escribía como muy pocos, es decir como casi nadie.
Abrazo grande inspirador amigo. Una vez más me emocionaste.
Nunca mejor comparada esa situación, amigo Carlos P.
EliminarFue triste, pero mostró lo que acabo de contarle a Manuela (arriba), somos aves de paso, querido poeta.
Un abrazo fuerte, mi amable amigo.
Hay lecciones que os cuestan aprender pero cuando lo hacemos no se nos olvida. Te mando un beso.
ResponderEliminarTienes razón, amiga Judit, qué pronto se nos olvida.
EliminarBesos de domingo, escritora.
Mi querido amigo, creo que todo tiene su momento y cada momento su tiempo, aminorar la marcha no significa dejar de ser, solo que las prioridades cambian, eso no impide que en instantes nos abrume la nostalgia.
ResponderEliminarMe vienen a la mente dos episodios
Un abrazo, Enrique y bonito domingo
Así es, MdN, este episodio solo da luz y conocimiento de nuestra efímera vida que, aunque sea muy bella vivirla, que rápida pasa por delante de nosotros sin que apenas podamos saborearla.
EliminarFeliz domingo.
Leído tu texto, iba a pedirte si podías matizar lo de "nueva lección"... Pero leyendo los comentarios, me hago una idea de por donde ibas.
ResponderEliminarDe todos ellos, cada uno en su relevancia, me quedo con el de MdN. Amiga mía para más señas.
Abrazos.
MdN es, para mí, una de las joyas que he redescubierto este año, amigo Ernesto.
EliminarLa nueva lección, tú ya lo has intuido, como sucedía en mis ya viejas clases de geometría descriptiva, todo cambia según el punto de fuga desde donde se instala el observador.
Un abrazo, de lunes, pero muy fuerte.
Te diré que veo en lo que he leído, Enrique. Y en esta ocasión tal vez me paso de rosca.
ResponderEliminarLa humildad debe ser siempre una seña de identidad, sobre todo si nos proponemos llegar a la vejez. Porque el mismo cuerpo que un día nos impulsa a vivir buena parte de las sensaciones de la vida, en cierto momento se convierte en una cárcel. Porque el alma siempre está lleno de vitalidad, pero llega un momento en el que el cuerpo se convierte en un estorbo para vivir la vida.
Un enorme abrazo, querido amigo!!!
Cuánta razón tienes, amigo Emilio, sé lo que dices, yo lo vivo, en mi caso algo más de lo normal pues la FSHD me va encarcelando poco a poco, pero sigo feliz, muy feliz y eso, seguramente, es lo que me mantiene con ganas de vivir.
EliminarUn abrazo muy fuerte.