06 septiembre 2022
- Hoy recuperaré aquí una de esas viejas historias (la escribí hace ocho años), que dejaron huella en mi forma de ver determinadas cosas de la vida de los demás:
Rosarito se hartó y se dio a la fuga … (2014)
- Rosarito se hartó y se dio a la fuga, pero 30 años después descubrieron algo inexplicable.
- Fue, más o menos, en el verano del 79, cuando Rosarito decidió abandonar a su marido. Se llevó con ella a sus dos hijas y un mundo de ilusiones perdidas por culpa de aquel desgraciado que la vejó, la humilló e incluso le pegó cuando y cuanto quiso.
- Calella de Mar era, y es, lugar donde todos los machitos del lugar hacen prácticas sexuales con todo guiri que se acerque por allí, desde el tiempo de los romanos. Amadeo, que así se llamaba el dejado y amante esposo de Rosarito, era el Rey del Mambo, joven, guaperas y bien dotado, lucía un Seat 1430 SM y trabajaba en el Ayuntamiento. Era el más machito de todo la selecta especie de los Mamberos del pueblo.
- Un buen día, Amadeo, se encontró solo en la cama, eran las cuatro de la tarde de un domingo cualquiera, se levantó con una fuerte resaca en esa inpensante cosa que llevaba sobre los hombros, y buscó por todas partes a una Rosarito que nunca volvió a ver.
- Rosarito se marchó a Alicante y tuvo que luchar lo indecible para sacar adelante su proyecto de vida sola, sin un hombre, aunque muchos la pretendieron. Nunca se le conoció romance alguno, ni nadie pudo, ni quiso, decir que esta mujer es, o era, viuda o soltera. Nunca nadie supo, ni supimos, de su pasado. Era y es una mujer estricta, muy reservada y siempre afable. Era, y es, la Rosarito, la mamá de esas preciosas niñas, Marta y Montse, que un día vinieron de Barcelona para establecerse en La Terreta.
- Hoy vive sola pues sus dos hijas de 38 y 41 años se casaron y viven felizmente con sus parejas en Elche y Madrid. Ella, La Rosarito, trabaja de modista en una pequeña tienda del centro de la Ciudad, vive en un pisito sin ascensor, muy mono, en San Blas y lleva y vive una vida tranquila. A tan solo siete meses de sus primeros 65 años, solo aspira a que le llegue pronto la jubilación pues su salud ya no anda muy bien. Quiere ver crecer a sus nietos, que son cuatro, dos niños y dos niñas, quiere ser feliz hasta el fin.
- Así las cosas, un día de un caluroso mes de agosto de hace ya algunos años, le pregunté algo más, le hablé de lo prohibido, le pregunté por su pasado, siempre lo hago, pero su respuesta era siempre la misma: “Yo no me meto en la vida de nadie, ¿por qué queréis saber siempre de la mía?”, pero ese día me miró durante unos largos segundos y me dijo:
- “Enrique, si nunca más me haces esta pregunta te contaré algo del hondo pozo de mi pasado”.
- Afirmé raudo y a continuación me contó algunos detalles con los que he podido aquí dar alguna descripción de su horror, pero poco más, de todo ello, no obstante, recuerdo algo que me dijo que nunca olvidaré: “No te diré mucho Enrique, pero te diré que en el amor solo se quiere una vez y yo solo he tenido a un hombre al que he querido y querré siempre, aunque me duela. Nunca seré de nadie más.”
- Se levantó y me dejó sentado en ese pupitre escolar que solía sentarme cuando la veía y allí estuve, postrado ante la grandeza de esa afirmación, durante largos, larguísimos minutos, pensando en ella, pensando en lo que me dijo … y en lo que no me dijo.
- Años más tarde, Rosarito me llamó y me contó que le habían avisado que su Amadeo había aparecido colgado en un puente de Vilasar de Mar y que como no se le conocía más familia que a ella, le habían llamado para que se hiciera cargo del muerto, en el más estricto sentido de la palabra. Rosarito, muy sorprendida, preguntó a los civiles que como la habían encontrado si desde el 79 nunca había tenido relación ni noticia alguna de su marido. Entonces ella supo de la existencia de la estupidez humana cuando le dijeron que Amadeo, su aún marido, llevaba en la cartera varias fotos de ellas, como tomadas a distancia, y con fechas de todo tipo, la más antigua del 81 y la más moderna del mes anterior a su suicidio. La más llamativa, sin duda, era una foto familiar de ella con sus dos niñas, parejas de éstas y nietos incluidos de fecha 25 diciembre 2008 y el teléfono y dirección de ella en el dorso. Para mayor dolor y confusión, en el bolsillo de la camisa le encontraron a Amadeo una inconclusa nota que decía:
“Siempre os he querido, no se …”
- Ni ella, ni nadie, nunca ha podido explicar cómo llegaron esas fotos a manos de un Amadeo al que, según siempre nos contó Rosarito, desapareció del lugar al día siguiente en que ella lo abandonó y de él nunca más se tuvo noticia alguna por mucho que sus hijas intentaron hacerlo.
- Desde aquella lejana confesión en que me pidió que jamás me contaría nada más de su pasado, Rosarito y yo, nos hemos mantenido en la promesa de nunca yo jamás volver a preguntarle, ni ella de contestarme … pero cada vez que la veo y la miro a sus ojos, me sonríe y me dice … “no te lo diré, Enrique, no te diré nunca nada más, ni a ti, ni a nadie”. Eso dice siempre, pero yo lo sé … sus ojos me lo contaron todo desde el primer día que la conocimos.
Me gusto su historia y es mejor vivir sola que mal acompañada. Por lo menos ella pudo rehacer su vida. Te mando un beso.
ResponderEliminarAsí es, Judit, ella sigue feliz como siempre, más tranquila y muy profunda en sus expresiones, aunque le invadan miles de dudas sobre el desenlace de la muerte de su marido, las cuales, seguramente, nunca llegará a descifrar.
EliminarFeliz jueves, escritora
Detallada historia de Rosarito y sus circunstancias. Que como bien sabes, abundan más de lo que se quisiera reconocer.
ResponderEliminarExcelente y entretenido relato.
Abrazos Enrique.
Gracias, Ernesto, cierto, parece un cuento, pero es más real y abundante de lo que queremos creer.
EliminarUn abrazo fuerte.
No me extraña que no quisiera explicar nada.
ResponderEliminarLo debió pasar muy mal.
Y sí... creo que hay un amor que es el auténtico.
Todo lo demás son sucedáneos.
Saludos.
No podría estar más de acuerdo contigo, TS, el amor, los amores, existen, pero el verdadero, estés con quien estés, jamás desaparece.
EliminarFeliz jueves
Ya la foto me conmovió, amigo, y más aún la relectura de este inolvidable relato... No sé qué te habré puesto como comentario la vez pasada pero ahora sí que no tengo dudas: ella siguió amando a su único amor, aunque decidió dejarlo porque no era justo que le dispensara ése trato. Gran digna mujer de las que ya casi no hay.
ResponderEliminarAbrazo hasta vos amigazo por otro conmovedor relato.
Tienes razón, Carlos P., no quedan personas así, personas que anteponen la dignidad a cualquier otro sentimiento. Loable.
EliminarLa otra vez fue en el 2004 y en ese año aún no tenía la suerte de conocerte, querido poeta.
Un abrazo muy fuerte, de aquí para allá, amable amigo.
Caray Enrique... me has dejado con la boca abierta de asombro.
ResponderEliminarSí, Alí, no me extraña, es una historia singular, muy especial.
EliminarUn abrazo fuerte.
Hola Enrique , una historia con mucho peso , una mujer que decidió
ResponderEliminarvolver a empezar desde cero , y sacar a sus hijas adelante , y él sabiendo que no lo
había hecho bien con ella , busco información y quiso saber de su vida y de las de sus hijas , ya que el que quiere averiguar , averigua.
Lo que yo no hubiese hecho es suicidarme por que eso lo hacen los cobardes.
Besos de flor.
Qué historia más tremenda y más verdadera
ResponderEliminarAsí es la vida, amiga Tracy, cal y arena, azúcar y sal, a veces, incluso, mezclados.
EliminarTremenda historia de vida. Cuando una mujer dice basta, es para siempre, aunque cueste dolor y necesidades, así debe ser, no solo por una, también para dar ejemplo a los hijos e hijas de lo que se debe hacer. Me ha encantado Rosarita.
ResponderEliminarmariarosa
Es tan real como corriente, Mariarosa. Rosarito es un ángel.
EliminarUn abrazo.