domingo, 10 de enero de 2021

Sueños imposibles, sus manos y esa sesentañera que nunca conocí


Alberto Durero
10 enero 2021
– No es muy tarde para levantarse , son solo las siete, pero me asomo a la ventana y el cielo se ve oscuro. Pregunta obligada: ¿Estará lloviendo? … no, tan sólo hay un importante desfile de bellas y magnificentes, nubes de distintos tonos grisáceos que hacen que pareciere que el ser divino,  – cual iluminaba con sus litúrgicas imágenes mis libros de Historia Sagrada y Religión, en mi bachillerato de los cincuenta –  estuviera a punto de mostrarse con toda su divinidad y … enormidad.
– Bajo la vista, noto picor en mi mano derecha y al fijarme en ella veo en el dorso una multitud de manchas de esas que siempre vi en Mi Agustín. Pregunta obligada: ¿Habré llegado a ese punto cuál era el que yo le miraba a Él, adorando su forma de ser y de comportarse con todos y cogiendo sus manos como si no quisiera que nadie me lo arrebatara jamás?
– Adorno mi día con un paseo por los centros comerciales en busca de lo imposible en ese aburrido, engañoso y hasta vulgar, mercado de oferta de las dichosas rebajas, donde se ve a multitud de personal que en hora laboral inunda todas sus esquinas. Y yo me pregunto: ¿Dónde coño trabajará esta gente? – Una de las empleadas me lo aclara en voz baja y sonrisa maliciosa … “La mayoría son funcionarios, parados sin recursos, algunos jubilados que vienen a pasearse y … políticos sin cargo pero con sueldo y poco que hacer”. País – pensé.
– Finalmente, muy agotado, y cuando ya creía que la mañana iba a ser vulgar, sentí un “toc-toc” en el hombro derecho, me volví y era ella, la más bella de todas las sesentañeras que yo jamás haya conocido, antes y después del Concilio, (como dicen los curas cuando le preguntas por el Santoral del día). No recordaba su nombre, me dijo “hola, como estás”, me dio dos besos en mi mejilla “colorá”, me habló, me sonrió, me preguntó por todo lo que hicimos en esos pasajes que yo no alcanzaba a recordar, por mis pecados, por mis nietos, por mi familia … un encanto de mujer, de persona y de casual tropiezo mañanero. Pensé que el Señor que organiza nuestros momentos álgidos la puso en mi camino para demostrarme que nada hay para levantar la moral y las ganas de vivir, que encontrarse con gente sencillamente amable, algo muy simple, sí, pero tan escaso que …
– Al rato, un nuevo “toc-toc”, esta vez algo más enérgico y dándome un zarandeo que sonaba a una entrada futbolera del tal Sergio Ramos de la España de cal y canto, y a continuación un cariñoso reproche: “Enrique, cariño ¿Qué haces aquí? no me digas que te has dormido?”. Y ahí estaba yo, sentado en una especie de minúsculo y blando taburete apostado en un lugar estratégico de la planta de moda-woman de El Corte Inglés, con cara de susto y hasta de miedo. Pues mira cariño, aquí, hablando con una amiga que no recuerdo su nombre – le dije. "Pero que dices mi amor, aquí no hay nadie, lo habrás soñado" – me contestó.
- Cuando nos íbamos, la empleada de sonrisa maliciosa que había aparecido en mi sueño me dice: ¡Adiós Don Enrique! su amiga le espera mañana en la cafetería Gourmet de la Planta baja y vaya con cuidado, no vaya a dormirse otra vez.

4 comentarios:

  1. Que delicia de entrada feliz estas bien
    con un buen humor y tu sesentañera bonita y sensual.
    Me maravillas Enrique
    siempre me dejas pensando al final
    Que bien la pasaríamos caminando por los boliches de tu lugar
    abrazos siempre

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    1. Es fácil, cierra los ojos, extiende la mano y yo la cojo, pero debes entrar en mi sueño.
      Un abrazo

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  2. Esos sueños imposibles o no, nos hacen soñar, vivir. Muy lindo relato amigo. Saludos Enrique.

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    1. Encurioso que, demasiadas veces, ya, no sé si confundo realidad y sueño.
      Un abrazo amiga Sandra

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