jueves, 8 de octubre de 2020

Raquel, la deslumbrante mujer de Pepe



08 octubre 2020

Me miraba, sonreía y hasta parecía que me quería hablar. Mi cuestión prostática apretaba como nunca  y me tenía que hacer, repetidamente, ese recorridito odioso que va desde la mesa de conferencias hasta el “excusado” que es ese lugar donde los hombres se la bambolean, mirando a la pared,  como si tuvieran un badajo, en un generoso acto de manifestación de potencia, (al margen del tamaño de la cosa), mientras sueltan algún resoplo machista del cual resulta muy homo acompañarlo con algunas algunas risotadas y, donde ellas, en la sala contigua, se ponen guapísimas de la muerte mientras ponen verde a la la última ponente por su forma de vestir y de hablar: “¿Qué se habrá creído esa presuntuosa?”    

Pues entre tanto ir y venir, finalmente, la atenta y sonriente “escuchante de la noche”, me para y atenta, sin recato alguno,  a mi endeble memoria con un relato que me dejó helado:

-“¿Sabes quien soy? ¿Tú eres Enrique, verdad? 
– Me quedé sin habla y sin saber que hacer, ni decir. La chica tendría, mas o menos, mi edad, vestía de modo muy elegante, al ser muy delgada, sus ropas le quedaban como a un maniquí. Su pelo rubio y largo, le tapaba media cara y sin dejar de mostrar una risa burlona que la hacía muy interesante, continuó incrementando mi inquietud con mas charla. 
-“Soy Raquel, la mujer de Pepe, si, tu amigo el sindicalista. Sabrás que nos separamos hace ya diez años, yo volví a casarme, pero mi nuevo marido murió en enero de un infarto, mientras jugaba al Golf en Madrid que es donde vivíamos. En junio me vine a vivir a Alicante, aprovechando que mi difunto marido tenía una casa en El Campello y ahí estoy. Pepe no se si te hablará de mi, pero ha conseguido que mis hijos no me hablen y también ha influido para no pueda conseguir que conozca a mis nietos. Pepe es una buena persona, ya sabes, pero a él nunca le gustó el trabajo en serio y se limitó  a ser un liberado del sindicato y a mi, nunca me tuvo en cuenta y nunca dejó que yo ejerciera de enfermera que es lo que siempre me había gustado y para lo que me había preparado. No pudo soportar que le dejara por otro u otra que, en este caso solo fue porque opté por desarrollar mi vocación. Lo curioso es que el sábado pasado me vio saliendo del coche de un medio novio que tengo, Médico del Hospital de La Vila, cuando íbamos a comer al Dársena, en el Parking del Puerto. Me miró, se acercó y me cogió de las manos, mientras mi “Médico” aparcaba. Se quedó sin palabras, hasta que oyó que el motor del coche se paraba. Entonces me dijo; Raquel, yo aún te quiero, ¿Sabes?. Luego me soltó y se marchó sin más”

Sin que pudiera, casi, corresponderle se marchó, pues un elegante y distinguido caballero, entrado en años pero de muy buen ver, la cogió de la mano y se la llevó hacia la puerta de salida y, al punto, me despidió con un: Me alegro mucho de verte, Enrique, cuídate, y, ah, te llamaré, aún tengo tu teléfono, ¿Te importa?


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3 comentarios:

  1. Que bien que escribis Enrique
    Suelto ligero liviano casual
    diario y lleno de juventud
    Así me gusta leerte
    Que te calientes por una mujer es maravilloso
    que te salgan palabras bellas también lo es
    Un premio brindemos por vos y tu juventud bella chau
    Un abrazo desde mi sielncio

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    1. Eres un ángel tormentoso, querida Mucha.
      Me alegra saber de ti y de tus siempre amables comentarios.
      Eres una diva.
      Un abrazo

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    2. Ah, sí sigo tu blog, Mucha, bueno, lo hago cuando puedo, es una delicia leerte.

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