martes, 22 de octubre de 2019

Lloviendo a mares


Me levanté de mal humor y me caí, con la suerte de hacerlo en blando, sobre la Mariantonieta a la cual mandé hacerle una buena marca en la pared en señal y recuerdo del suceso; el baño, el espejo madrugador, y la cuchilla de afeitar se portaron bien, nada de sangre verde, ni roja, solo rutina; en el ascensor me fijo que el chico de la limpieza no se esmera con el aluminio de las puertas ni con los rincones, ah, el espejo del ascensor sigue igual de cruel en la devolución de imágenes; al entrar en el coche no me di, albricias, ningún golpe en la cabeza, ni me he acordado hoy del porqué le puso el policía la mano al Rodrigo Rato en la cabeza al entrar en el coche patrulla cuando se lo llevaron a Comisaría; he conseguido echar la basura en el contenedor azul de los papeles sin que me manche el brazo de la cazadora, ni me aprese la mano. Todo normalmente estable, sin suspiros profundos, ni disgustos, ni asuntos sensuales que explorar. 

(Lloviendo a mares) 

22 octubre 2019

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