31 agosto 2022
- Hoy dejaré aquí un cuento muy real que ya he publicado alguna otra vez en alguno de mis blogs, incluso en algún otro medio para el que habré sido requerido para hacerlo, tanto que hasta alguna cadena de Tv de mis queridas Islas Canarias tuvieron tiempo de comprobarlo en la misma zona del relato. Es tan real que aún me emociono al recordarlo:
- En los años 85, 86 y 87, estuve involucrado en un par de proyectos empresariales en la bendita Isla de Lanzarote (Islas Canarias), desplazado, sin familia y sin más amigos que los compañeros de esa fecunda aventura profesional.
- Teguise es un pueblo de la Isla de Lanzarote, ladera arriba, en el que las gentes visten de negro y blanco según sean mujer u hombre y andan la carretera más de media hora para bajar y subir a Arrecife que es la capital de la Isla, solo cuando lo han de hacer, que no es siempre.
Yo subía, con mi viejo Datsun 220, los domingos a comprar queso y otras gracias en el mercadillo que allí se montaba y en uno de ellos, al atardecer, encontré a un chaval de unos nueve años, un precioso y pequeño "majo", que andaba tosiendo, descalzo y pies desnudos, detrás de unas cajas vacías que había en un rincón de la plaza del pueblo.
- Lo estuve mirando, durante algunos largos minutos y él hacía lo mismo conmigo, aunque de forma discontinua. Yo estaba sentado en un bello muro de piedra volcánica que separaba uno de los muchos desniveles del lugar y cerveza algo caliente en mano, esperaba la llegada de otros compañeros que andaban dejándose enredar por las embaucadoras vendedoras de las tiendas de venta del lugar.
- El niño, que luego supe se llamaba, o le llamaban, Mahey, no dejaba de mirarme. Pensé que lloraba, pero no era así, me acerqué y me di cuenta de que lo que tenía era un resfriado de aúpa. Le caía el moquito por la nariz, tanto que le desbordaba sus enormes labios, pero ante ello, él se los escurría con el brazo, con una habilidad circense.
- Sus ojos, oscuros, eran preciosos y brillantes, como los de un Jesusito hebreo. Él inspiraba una gran ternura y a mí me costó reconocerla, pues no estaba muy acostumbrado a ello por aquellos lares. Era el mes de enero y, seguramente influenciado por las fechas y festejos recientes, asimilé mis formas y gestos a los de aquellos que ha poco habían estado en la mente de mi niño en Alicante, al cual, y a su madre, yo añoraba enormemente, pues los acababa de dejar allí, mientras yo cumplía mi labor profesional en aquellas lejanas tierras.
- Con este estado emocional aparente, afronté la siguiente escena, que fue la de presentarme ante él.
- ·Hola, ¿Cómo te llamas?
- · Me dijo su nombre, pero sin mediar otra palabra me preguntó si yo venía de muy lejos.
- Le dije que sí, y le pregunté por qué estaba allí solo y casi escondido.
- Me dijo que estaba allí porque le había pedido a La Virgen de Los Dolores que le trajera unos zapatos y esperaba que así fuera. Y el sitio era ese, allí, pues delante había una de las tiendas ambulantes de zapatos más pequeña que yo había visto jamás.
- Lo cogí de la mano y lo llevé ante “la Vieja” que regentaba la tienda, le pedí un par, o más, de calcetines de lana y un par de pares de zapatillas de deporte que al niño le convirtieron en el niño más feliz del mundo.
- Pagué las zapatillas y los calcetines, y un par de cosas parecidas a un bocadillo que vendía también la misma Vieja, mientras ella me miraba con ojos desconfiados, como si me tuviera miedo.
- Ahí hubiera acabado todo si no fuera porque al intentar despedirme de él, el "majo" isleño me cogió de la mano con una fuerza impropia de un niño de su edad, me agaché, el me miró a los ojos, lo hizo de un modo como no mira cualquiera, era una mirada tremendamente bondadosa y profunda, era su forma de darme las gracias.
- Me emocioné, pero, afortunadamente, el chaval salió corriendo con sus zapatillas, calle abajo, a una velocidad de vértigo y ello me sirvió para recuperarme.
- Pero inmediatamente descubrí que aquel intento iba a ser en vano. Me levanté y al hacerlo mi mirada tropezó con los de la vieja. Era tan insistente y temerosa, su mirada, que no puede evitar preguntarle:
- ¿Pasa algo conmigo "Vieja"?
La Vieja anduvo temerosa, como si no se atreviera a preguntar, y después de insistirle varias veces, la Vieja habló:
- ¿Tú eres Dios?, me dijo
- ¿Qué?, ¿por qué lo dices Vieja?, le contesté.
- Porque el niño lleva ahí dos días esperando a Dios pues le iba a traer unos zapatos. Un par para él y otro par para su hermana.
- ¿A Dios?, pero si me ha dicho que se los había pedido a la Virgen de Los Dolores, Vieja.
- ·Entonces, la vieja, me dijo algo que no olvidaré ya nunca:
- Así es, pero me dijo ayer que la Virgen le dijo que no tenía zapatos, pero que no se preocupara, pues su hijo los traería en cuanto pudiera.
N: La palabra vieja, en las Islas Canarias más ancestral, no es una palabra que se use con sentido despectivo, solo es una forma de dirigirse a quien sabe mucho.
N. Majo: Aborigen de la Isla de Lanzarote.
Un acto bondadoso, pequeño detalle que afianza la fe, es precioso, Enrique, me has emocionado
ResponderEliminarAbrazo
Y a mí, me pasa cada vez que lo recuerdo. Gracias, MdN.
EliminarUn abrazo.
Que historia tan bonita y a la vez triste. No eras Dios pero fuiste enviado por el.
ResponderEliminarEso he querido creer tas tantos años pasados tras el suceso, tantos que me ha resultado fácil comenzar a comprenderlo.
EliminarUn abrazo, FB.
Hola Enrique , mira los spam , que anoche creo que te mande dos comentarios
ResponderEliminaruno era el del poema de Benedetti y el otro la entrada que le dedicaste a tu papa.
Esta noche , si puedo pasare a leerte , besos de flor.
Hola, querida Flor. No son los Spam, sucede que soy tardón en ver los comentarios y autorizarlos ya que mi terapia es matinal y hasta la tarde no accedo al blog, pero no lo dudes, no me dejo ninguno por leer. Disculpa.
EliminarEn este momento estoy casi al día.
Un abrazo muy fuerte, Flor.
Me volvió a emocionar, te lo había leído, claro, Enrique, aunque no recuerdo cuándo... Pero esta vez pensé yo también si acaso no eras Dios, como dijo la Vieja... Y en lo grandioso que sería eso, porque habrías cumplido el pedido de esa inocente preciosa criatura que lo habrá pedido al cielo (en un momento de tristeza y consciente de su porbreza) ya que tantos hablaban de su (tu) existencia... Pero luego pensé que tal vez no exista y menos que estuviste vos ante su (una vez más) rotunda ausencia.
ResponderEliminarAbrazo siempre conmovido, amigazo!!
Gracias, Carlos P., me siento feliz de haber vivido esa experiencia y me siento feliz, también, por tus siempre agradecidas palabras hacia mí.
EliminarUn abrazo muy fuerte, querido amigo.
Lo prometido es deuda y como te prometí aquí estoy.
ResponderEliminarUna historia preciosa de verdad donde las haya, al final dios
Hizo su trabajo, te puso a ti en camino, yo los llamo pequeños ángeles en la tierra.
Pero no se si a la hermana también le llegaron los zapatos.
Te deseo una feliz noche amigo, besos de flor.
Sabes me alegro de que te haya echo feliz mi humilde homenaje.
Si ves al final de mi dedicatoria les puse, nombres ficticios a tus nietos.
Para poder proteger su privacidad.
Gracias, Flor, te lo voy a repetir aquí y ahora que nadie nos oye (😊), eres un ángel de Dios en la Tierra. Amable, simpática, buena relatora y una gran persona.
EliminarUn abrazo muy fuerte.
Es una conmovedora historia. Te deja sin palabras. Te mando un beso.
ResponderEliminarA mí me conmueve cada vez que me acuerdo, Judit. Quizás sea de las cosas que más me han impresionado en mi larga vida viajera.
EliminarFeliz jueves, escritora.
Un cuento muy emotivo, de esos que te dejan dudando por tiempo, hasta que comprendes que las reacciones del ser humano son imprevisibles.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es, Alfred, completamente imprevisibles, incluso las propias.
EliminarFeliz jueves.
No cabría negar, amigo, que Dios anduvo en las dos partes de la ecuación!
ResponderEliminarFuerte abrazo Enrique.
Eso creo yo también, Ernesto. A medida que van pasando los años, lo creo con mayor fuerza.
EliminarUn abrazo para un feliz jueves.
Pues sí, Mahey se encontró, con el Dios terrenal y su generosidad. No solo te emocionas tú, nos emocionas a todos.
ResponderEliminarHay miradas que no necesitan palabras Enrique. Las veo mucho en Cruz Roja y te dan mucha satisfación. Gracias por volver a publicarlo así los nuevos por aquí lo conocemos.
Buen miércoles
Un abrazo.
Gracias, Laura, pasarán muchos años más (sdq) y seguiré acordándome de la cara de ese precioso niño.
EliminarFeliz jueves.
Entonces, no eres Dios pero eres el hijo de la Virgen!!! No será que Enrique es un apodo y realmente te llamas Ángel???
ResponderEliminarPreciosa historia, Enrique!!! Maravilloso gesto con ese niño, al que hiciste feliz por una buena temporada. Seguro que no te ha olvidado!!! De la misma manera que tu no lo has olvidad, ni lo olvidarás.
Y encaja todo perfectamente con tu personalidad. Humanidad...!!! Pero una humanidad de ser humano especial.
Una historia deliciosamente relatada. Me alegro que la hayas vuelto a publicar.
Un enorme abrazo, querido amigo!!!
Gracias, Emilio. Tienes razón, es de esas historias que no puedes olvidar por muchos AÑOS QUE VIVAS.
EliminarGracias por tus siempre amables comentarios, comentarios que puedo escribir en sentido bidireccional sin quitar una sola letra.
Un abrazo de sábado.
Que emocionante historia Enrique, pues si, yo creo que la Virgen escucha y responde, todo en la vida es cuestión de fe.
ResponderEliminarHa sidio un placer conocer tu blog.
mariarosa
Gracias, Mariarosa, así es la vida, nunca termina de dar consejos con las vivencias a las que te somete.
EliminarFeliz sábado.
Enrique cuanto puede tu bondad. Mi aprecio. Carlos
ResponderEliminarGracias, Carlos A. El mío para ti, también.
EliminarFeliz sábado.