- Siempre que llega una verbena como la de anoche y nos quedamos absortos viendo como arde la hoguera envuelta en el fuego purificador, me acuerdo, inevitablemente de esos años en que Ella me abrazaba y me susurraba cosas al oído, cosas que nunca llegué a entender, pero seguro tendrían que ver con todos aquellos deseos que las Madres ponen en sus mensajes al destino cuando se enfrentan al fuego de la Noche de San Juan.
- Yo no me movía, ni podía, ni quería, estábamos unidos más que nunca, no quería que ese momento terminase nunca, sus labios en mi mejilla me anunciaban un brillante y feliz futuro al tiempo que me besaba en la frente...
- «¿Mamá, que te pasa?» … nunca hubo respuesta.
- Era la noche de San Juan, eran esos momentos que tanto recuerdo y que tan feliz me hicieron siempre, alegría y añoranza de un tiempo que, si no fue mejor, fue mi tiempo, nuestro tiempo.
Le remembranza creo que nos toca todos. Los momentos más tiernos, en esa relación con la madre, tienen que ver con la niñez, en fiestas donde se hacía fácil dejar salir la emoción. UN abrazo. Carlos
ResponderEliminarEso será, Carlos A., cada día que pasa, ya sabes, más viejo, más sabio, no éramos conscientes de lo que significaba ese amor ... el tiempo nos enseñó a hacerlo.
EliminarUn abrazo de domingo.
Bonitos recuerdos que ayudan a ir viviendo.
ResponderEliminarIr viviendo, eso es, Tracy.
EliminarMi muy querido Enrique... no tengo tantos recuerdos de mi madre porque era muy chica cuando fallecio , pero en mi vida adulta y ya siendo madre creo entender a la tuya y a todas las que besan a sus hijos con esos besos eternos y ahi mismo se repiten una y otra vez interiomente todos esos buenos deseos para ellos, amor, trabajo, salud, proteccion, bienestar.. Deseos que exteriorizamos y otros tantos que se hacen ruegos /rezos/ charlas cotidianas con Dios , para que siempre sigan siendo "nuestros buenos y nobles niños/hombres"... Hermosa entrada a corazón abierto.GRACIAS
ResponderEliminarGracias, Eli, no voy a añadir nada más, tengo la caja de kleenex en la reserva.
EliminarGracias, linda y amable amiga.
Eterno es el ayer que no hace más que volver... es tu tiempo eterno, Enrique, a cada nuevo recuerdo, como tantas veces desde entonces así será también después...
ResponderEliminarAbrazo nostálgico hasta allá!!
Gracias, Carlos P., recibo ese abrazo y lo percibo. Recuerdos eternos como nuestra vida propia lo será para nosotros con el único límite que el de nuestra propia y utópica eternidad.
EliminarAbrazo de domingo, abrazo viajero.
Siempre hay momentos que nos hacen feliz. Te mando un beso.
ResponderEliminarMuy felices, amiga Judit. Se me hacen indispensables.
EliminarUn abrazo, escritora.
Buenas noches amigo.
ResponderEliminarComiendo cerezas a las 3:45 de la madrugada tras haberme acostado temprano, a eso de la media noche, y por ello no quedarme dormido en el sofá... ¿Hasta?... ¡En ocasiones las 3:45!
¡Bendito sofá! Esas horas dormido plácidamente más alguna que cae después de comer, más las que consigo hilar después en la cama, cubren ese espacio en brazos de Morfeo aconsejable, cuando no imprescindible, que indican los expertos.
Comiendo cerezas y leyéndote! Y por ello con un breve recuerdo de la mía...
Me despedí de ella en una larga tarde de verano en la que, cogidos de la mano y en alegre camaradería recorrimos la isla que nos vio nacer. Lo que le dije, el cariño que fui capaz de expresarle en palabras, gestos y sentimientos, risas y abrazos, colmaron esa despedida que, en el camino de regreso a casa, tras dejar su cuerpo en la tierra ibicenca que la vio crecer. Hacerse mujer, conocer la vida... en parte. ¡Y la que no debió conocer!... ¡La que no debimos conocer!
Gracias por traerlas al recuerdo, al presente de nuestras vidas por unos instantes... En mi caso.
Gracias Enrique. Fuerte abrazo.
Gracias a ti, Ernesto, por compartir, también, ese bello sentimiento que, a mí, como le he dicho a Judit, se me está haciendo tan indispensable como inevitable.
EliminarUn abrazo, Ernesto, feliz domingo y, ah, qué envidia sana me ha dado saberte comiendo cerezas a las cuatro de la madrugada.
Una noche especial para volver a recordarte. Mi abrazo.
ResponderEliminarAsí es, Julie, cada año, cada cierto tiempo, tiempo cada vez más repetido, fluyen en mí esos recuerdos, hasta el punto de no poder estar sin ellos.
EliminarUn fuerte abrazo, poetisa.
Hola Enrique.. Es cierto, que razón tienes, hasta cierta edad se vive de ilusiones, de `proyectos, a partir de cierta edad, se lucha por tener ilusiones, algún proyecto y sobre todo de recuerdos, esos recuerdos imborrables.
ResponderEliminarUn abrazo
No podría estar más de acuerdo contigo, Llorenç, así lo creo.
EliminarUn abrazo fuerte.
Complicidad, que palabra más bella!!! Como confianza, base de toda buena relación humana. Y ternura, la única forma buena de amar la inocencia, de un niño o de un adulto
ResponderEliminarEsa es la esencia de la entrega de una madre hacia sus hijos, y de la confianza de unos hijos hacia su madre.
Y me gusta pensar que hay personas que solo ven niños, no solo hijos, t que entregan su amor con la misma generosidad a cualquier criatura, haya nacido de su cuerpo o no .
Debemos cuidar con esmero la inocencia, pues en ello reside la suerte de nuestro futuro.
Preciosa entrada, Enrique!!! Y muy necesaria, ya que el bien que haces a la humanidad es enorme. Este mundo está necesitado de recordar el amor y la generosidad en cualquiera de sus formas.
Un abrazo enorme, querido amigo!!!
Gracias, Emilio, eres muy amable conmigo, siempre.
Eliminarme quedo con un párrafo de tu comentario que me parece esencial: "Debemos cuidar con esmero la inocencia, pues en ello reside la suerte de nuestro futuro."
A veces y sin que pueda centrarlo en algo o en alguien en concreto, me pregunt, Emilio: "¿Cuán fue que se nos acabó la inocencia?"
Un abrazo muy fuerte, pensador y gran escritor.
Te aseguro que ni a ti, ni a mi, ni a los que nos leemos por estos lares, se nos acabó la inocencia. Otra cosa es que la tengamos, a veces (solo a veces) escondida o que nos avergüence sacarla a pasear.
EliminarNo sé si te has dado cuenta de algo... Los perros o gatos adultos juegan igual que las crías, y juegan con las crías como si fueran una cría más. Los animales no pierden la inocencia. Son más inteligentes que nosotros!!! Jajajaja Por eso resulta tan bello vivirlos.
Y te digo más (aunque me estoy extendiendo demasiado): vivir la inocencia de un niño es de lo más bello que se puede vivir. Pero vivir un amor compartiéndolo los dos con la inocencia de los niños, es la experiencia más maravillosa que puede ser vivida, por encima de cualquier otra. Qué locura!!!
Vivir la inocencia, vivir la ternura de la inocencia, amar con inocencia y ternura, es el amor en su estado más sublime. Ah!!! Y jugar a vivir con la inocencia de los niños, por supuesto. Pero en nuestro mundo es algo difícil de encontrar y vivir... Lo reconozco.
Siempre me maravillas, Emilio. Yo tengo (tenemos) cinco nietos entre ocho y quince años, sé de lo que hablas y que tan bien lo expresas.
ResponderEliminarUn verdadero placer tenerte por aquí.