- Un día me enseñaron a bailar, al otro ya lo hacía sin mirarme los pies … y al otro se me olvidó. … “No se te olvidó, Enrique, cierra los ojos y baila ... déjate llevar” ... y mi enquiridión de los placeres aprendidos en mi época menos cuerda, me llevó al placer de saber aplicarme en la danza más sentida, en sus brazos, y con el alma envuelta en los lazos de la ya cuasi perdida memoria.
- Intentaba motivar mi razonamiento zambulliéndome en sus palabras: “Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma” - Julio Cortázar