jueves, 7 de noviembre de 2019

Ese avanzado e inexplicable intento de querer decir adiós



07 noviembre 2019
 … de mis conversaciones con Eurico
No, no es cierto que me guste sentirme muerto cuando duermo para así apreciar lo que vale no estarlo.
No, no es cierto que me duela todo mi cuerpo por mi dichosa y sin embargo querida DFEH, ni todo lo contrario cuando ese dolor proviene del alma suspendida en un hermoso alado de cualquier impensable y reconocible ángel celestial salvo que así fuera mi nieto más pequeño y feliz.
No, no es cierto que cada día necesite morir un poco más de lo que debiera, pero no lo puedo evitar por mucho que luche ante ello, ni me gusta aceptarlo … aunque deba hacerlo.
Mis mejores amigos luchan contra su inevitable destino. A Viçent a sus 75 le colocaron un marcapasos y está, ahora, como un chaval; a Benet a sus 84 le están aplicando inmunoterapia para su “asunto” pulmonar y sigue agarrándose al deseo de seguir viviendo como si fuera un chaval; a Joan, a sus 71, la vida se le escapa por puro aburrimiento de ella, de ella y de Ella, pero lo supera cada día con sus cochinillos horno, sus Duero y sus tiempos extras con los amigotes que le quedan; Pepe, Xixo, José María, Pedro y algunos más, ya no llegaron a tiempo de vivir ese futuro que tanto nos prometieron … “no te quejes, Enrique” – me dicen  los más cercanos – pero yo no me quejo, no, me siento en mi banco frente al mar y procuro fijarme en esa LH que el horizonte promete lejana, eterna y, a veces, hasta deseable cuando ya nada queda por hacer, cuando, siendo egoísta, ya solo aspiras a creer que fuiste una mancha en un papel creada por algún ser querido o una lanza en el amor encendido de un querer inexplicablemente eterno.

 EnriqueTarragóFreixes