29 febrero 2020
Andar por La Huerta es siempre una inyección de culto al más tierno de nuestros pasados más concluyentes e inesperadamente útiles, como lección para el siempre tardío aprendizaje del como vivir.
Vagas por sus calles más concurridas donde no hace mucho carros, bicicletas y algún moderno tractor de grandes ruedas, circulaba por ahí en lugar de los modernos y viejos Mercedes que todos intentan mostrar por aquí como señal de prosperidad, aunque el "hecho a mano" - que es como por aquí se llama a la marca alemana de coches de lujo con clase - tenga más de veinte años.
Obligado es pensar en las razones que tendrá el Tito Andrés para estar sentado en la mesa del rincón del Ateneo Huertano, cigarro apagado en boca y copa de anis frente a él, y no hablar con nadie. Quedará resuelta su misteriosa actitud cuando la hermana del Daniel - que es la que sirve las mesas ahora y que a sus jóvenes sesenta y pocos y sus buenos andares, hace que la concurrencia de nostálgicos adoradores del terruño olvidado sea como la de la cola del racionamiento de los cuarenta - nos cuenta que al Tito Andrés le acaban de pedir sus hijos - a través de un encorsetado abogado - que debe firmar la renuncia a cobrar las acciones de Bankia, a las que ya él creía perdidas, en favor suyo, (de sus hijos), a cambio de desistir de su petición de "incapacidad" contra él. "Se pasa el día ahí sentado, llorando en silencio y bebiendo, Enrique ".
Quizás lo peor de la mañana ha sido ver a ese grande de la economía huertana de los 80, bastón en mano y paso vacilante, andar por esas estrechas calles sin ser visto, sin que nadie le aplauda a su paso, sin que nadie sepa quien fue y sin que nada de su vida conste en la memoria de ninguno de los que se cruzan en él por cualquiera de esas pérdidas calles de un perdido mundo. Lo mejor, no obstante, según me dice Daniel, al que nuestro poderoso amigo de los 80 tampoco le contestó el saludo, es que ... "Ese hombre que lo fue todo, Enrique, ahora no conoce a nadie, ni sabe lo que fue y tan siquiera se da cuenta de que lo ignoran. Esa es su suerte. Cuando se pierde se mete en la oficina del que fue su Banco, ahora de La Caixa, y allí que saben que es un viejo senil y ya lo conocen por eso - por su senilidad y no por otra cosa - llaman a su hija que vive en la ciudad, para que venga recogerlo".
Me admira la belleza de los sentimientos de cualquier color, calidad o sufrir ... me admira la gente, me admira su sentir ... su saber ... El saber de aquellos tiempos que se fueron, pero que quedan aunque no lo sepamos entender ... siempre.
No te imaginás como te entiendo
ResponderEliminarAmás la vida palabra a palabra
paso a paso
en cada esquina en cada árbol
un abrazo