viernes, 23 de abril de 2021

La Misa de ocho y ese bendito funeral inesperado


23 abril 2021
– Ignoraba sus razones, pero estaban todos, ahí, en la Misa de ocho, cariacontecidos ellos, cabezas bajas en señal de rezo mortuorio, ellas.
– ¿Qué pasa aquí? – pregunté tímidamente a la linda sesentañera de la minifalda, hoy tremendamente uniformada en versión negro-luto riguroso con vestido, sombrero y medias pasión a juego con el madrugador escenario en el que me involucré sin saber qué, ni por qué.
– La linda chica del luto riguroso, me dice con voz entrecortada: “Ayer enterramos a la madre de Leonor y hoy le hacemos una despedida especial para que el Señor la tenga en su gloria”
– Automáticamente me entró en mi otro yo un rol de beato plañidero y comencé a dar palmadas en la espalda y abrazos a toda sesentañera que pasaba por allí aún y sin tener ni idea de quien eran y también a todo el que entraba en mi banco para sentarse a mi lado y/o más allá, para cumplir el rito madrugador que nos habíamos impuesto.
– Una de las sesentañeras de buen ver, que pasó por delante de mi asiento y al verme levantado con mi cachava en mano, (después del inevitable abrazo de sentimiento mortuorio), me dijo: “¿Un familiar?” y yo contesté con lágrimas circunstanciales en mis enrojecidos ojos…”Como si lo fuera” – y, entonces la enorme, sincera y devota vecina de banco de misa de hoy, me echó un abrazo de esos que resucitan a un muerto, hasta el punto de que me sentí tan culpable que no pude dejar de aceptar el achuchón hasta que vi que la linda vecina hacía un tímido esfuerzo para soltarse de su propia sinceridad – “disculpe, me he dejado llevar por la emoción del momento” – Yo, simplemente, sonreí… y me senté a escuchar el sermón de mi amigo el Párroco.
– Mientras mi cura favorito soltaba su sermón sobre la importancia de la vida y la muerte y mientras nos recordaba que la madre de Leonor había muerto con la confortabilidad de haber recibido a tiempo todos los Sacramentos posibles como merece un buen cristiano, a los noventa y siete benditos años, a mi lado y como si se tratara del mismo Sergio Ramos, se instaló Antoine con codazos propios del internacional futbolero, apartando de mi a la sentimental rubia del abrazo funerario, e inmediatamente me suelta en el oído bueno: “Menuda hija de su madre la tal madre de Leonor, ella, la muerta, es la culpable de todas las desdichas de los últimos años de nuestra querida y admirada compañera Leonor. Le amargó la vida todo lo que pudo, la apartó de su marido, de sus hijas, de sus nietos con tal de ser atendida en su soledad. Una mala mujer. Esto es una farsa, mon ami, una boutade, yo me alegro por Leonor, ahora podrá vivir lo que le queda en paz”.
– Luego, al salir del funeral, todos cambiaron la cara, incluso el cura hizo su aparición en la puerta de la Iglesia para lanzar la proclama vitalista del día: “Chicos, chicas ¿Nos vamos al Ateneo a discutir la jugada con nuestra querida Leonor y hacerle la compañía debida a nuestra veterana huérfana?
– Lo que sucedió a continuación ya no tiene historia, además, aquí solo se hace una exposición de lo que se ve, lo demás, como interpretarlo, es cosa de cada cual, pues yo solo hago fotos de lo que veo o quiero ver, con el teclado.
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2 comentarios:

  1. Una prueba mas de que tanto en vida como en muerte los seres humanos tenemos bastante hipocresía y hasta nos aprovechamos de los sacramentos jajajaj..Me he reído con el relato...amen de la señora que falleció y que en paz descanse, pero acontecieron unas cuantas cosas graciosas alrededor.. Por lo menos rescataste el abrazo de la rubia Enrique!!!Jjajajajja Besossss

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    1. Sí, querida Eli, lo acepté como pecador que soy. Esta mañana me confesé y mi amigo el párroco me absolvió, no sin antes soltarme un sermón de "paqué".
      La vida es un teatro, como dice la canción ... "Igual que en un escenario", por cierto, esa canción me pirra. A mi edad conviene tomarse las cosas de la muerte con precaución, es decir, con respeto, pero sin miedo.
      Un lindo y festivo abrazo, querida Eli.

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