Fotografía de Arthur Tress
02 julio 2020
Juan ya no atiende a razones, su nuevo estatus de jubilado lo lleva mal y no sé si conseguiré que remonte el vuelo o entre en el carril. Hoy, al segundo carajillo de la tertulia de la madrugada, y en medio de uno de nuestros Remakes de siempre, me ha dicho que siempre quiso despedirse de su Padre y que no pudo porque nadie le advirtió que tenía un cáncer de colon. Él, su padre, lo llevó en silencio para no hacer sufrir a nadie de su familia
- ¿Juan, estás bien?– No.
Y se ha marchado, según me ha dicho, a la Iglesia a rezar ¿¿??. Juan es así, es, seguramente, el último de su especie. Le gusta sentarse en un banco de la Iglesia y aunque no haga nada mas que pensar, dice que allí se encuentra consigo mismo. Pepe, el sindicalista hasta la muerte, que estaba sentado a mi lado, bastante mas pragmático que cualquier otro ser que yo jamás haya conocido, me ha dicho, con su prohibido pitillo en boca: “Este tío es gilipolla, Enrique” – Y yo, con la mirada fija en la espalda de Juan, al que veíamos alejarse, le he dicho; ¿Tú crees, Pepe?
Así sucedió con alguien importante para mi, que se calló algo en vez de decirlo. De haberlo hecho, se le habría conseguido ayuda a tiempo. Esa terrible costumbre de generaciones de mucho antes de creer que discreción equivale a completo silencio en cuanto a todo sin distinción, cosa que no es así.
ResponderEliminarAsí es Alexander. Yo también llevo mi cruz con el asunto. "Nada más amado que aquello que perdí".
EliminarUn abrazo de sábado
Cada cabeza es un mundo... Juan tenia sus razones para comportarse así... no debemos criticar las acciones de la gente mayor sino comprenderlas... Un buen texto. Saludos a la distancia.
ResponderEliminarSaludos Sandra. Para tu tranquilidad te diré que Juan es uno de mis mejores amigos y yo sé que está bien.
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