sábado, 4 de septiembre de 2021

Las noches de los 70 y aquella noche de viernes antes del confinamiento del 2020


Fotografía de George Zimbel

04 septiembre 2021

- “Pasamos de puntillas por la vida y a veces no nos damos cuenta de lo mucho que tenemos alrededor”. Esta es una frase de esas que te dejan pensativo cuando alguien te lo cuenta en un ambiente apropiado, es decir, en un acto íntimo, un velorio, por ejemplo, o tras la cuarta de “Bombay10/Cola” en una de esas “Rodrigueñas” noches de verano de los 70. 

- Pero esta noche recordé que eso no siempre es así.  Sucedió justo el 6 de marzo de 2020, mi último viernes "la nuit" antes del confinamiento. Veréis …

- Estaba yo con la cosa en mano, haciendo mis necesidades propias del que le aprieta la nuez prostática, cuando uno de mis fieles amigos nocturnos de correrías tertulianas familiares e íntimas de los viernes, me lo contaba mientras él lo hacía en el “mural” de al lado, los dos cara a la pared, como es normal en estos caso. Claro, eso no lo esperas en ese momento, pero tienen  su efecto si el tío se empeña en ello:
“Enrique, y si mañana no estamos, yo prefiero decírtelo ahora, te aprecio como si fueras una especie de hermano para mí, no te das cuenta, nos dedicamos a lo material y a lo urgente y aunque se que te quiero, nunca te lo había dicho ¿verdad?, pues creo que eso debiera hacerlo siempre contigo y con todos mis amigos y otros queridos cercanos” 
- Puse una enorme cara de espanto cuando me lo estaba contando y lo fue al oír tanta beldad esotérica reprimida – Tan vistosa  sería mi mueca que ……..: 
“Enrique: ¿duele cuando te sueltas?” - (entiéndase, cuando te meas)
- Bueno, pues no, es que me ha impactado lo que me acabas de decir - le dije.

- De pronto se dio un cuarto de vuelta y con la cremallera, y la cosa, sin saber muy bien si la había puesto en su sitio, el vecino de mural me arreó un emocionado abrazo verbenero nocturno de esos que te llegan al rincón mas profundo del almacén de las más inimaginables escenas de mis fantasías, mientras yo acabaría, seguramente, meando fuera del tiesto, casi con toda seguridad.

- Terminadas las emociones del abrazo, mi vecino de mural urinario se arrancó con una declaración de intenciones no cumplidas que me llegó al alma:
“Enrique, mi padre, un santo, murió hace dos semanas y yo llevaba cuatro meses sin verlo. Me acuerdo que cuando era niño y le decía que nunca me dejara, él me contestó: No te preocupes hijo, estaré contigo hasta que veamos juntos nuestro ocaso o ya seas mayor para afrontar que yo lo haga solo”.
- La noche de aquel día fue larga, muy larga,  pero esa noche aprendí que nunca hay un mal lugar para aprender algo y a mi, 18 meses después, me gusta recordarlo.





6 comentarios:

  1. Genial relato y siempre puedes aprender algo y tratar de comprender al otro. Te mando un beso

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    1. Así es, amiga Judit. Nunca es tarde... ni pronto.
      Un abrazo de domingo.

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  2. Hay Enrique, siempre me haces sonreír con tus relatos. Que bueno que tienes amigos que te dicen: Te quiero, eso es lindo, eres afortunado. Saludos.

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    1. Es cierto, Sandra, tener amigos es muy importante y yo siempre los tuve y los tengo, pero en sas noches de los viernes la nuit, la edad, las cuatro copas y un deseo importante de querer ser feliz en una noche de amigos, hace mucho.
      Un abrazo de domingo, poetisa.

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  3. Setentista como soy, a mí también me llegó profundo tu relato, amigo...

    Abrazo agradecido.

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    1. Agradecido, siempre, a ti, Carlos P. Dicen que el hombre, con los años, forja un corazón insensible, de acero. A mi me está pasando todo lo contrario.
      Un abrazo de lunes, también agradecido.

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