sábado, 24 de octubre de 2020

Haz el bien y es posible que seas recompensado

 


24 octubre 2020

Salía esta mañana hacia mi especial quehacer y justo al salir, junto a los buzones, me he tropezado con uno de esos vecinos de los que siempre saludas pero no tienes ni puñetera idea de quien es. El hombre de porte elegante, quizás algo mas mayor que yo, siempre se muestra como un caballero de la alta sociedad, es decir, pocas palabras, muy serio, muy cordial, pero sin posibilidad de continuidad en el trato. Pero, curiosamente, hoy se ha acercado a mi buzón, donde yo andaba trasteando con la llave, el difícil acceso al mismo y la montaña publicitaria que en él había. Se ha parado a mi lado, se ha quitado la gorrita de gales que llevaba en testa, tipo madrileño con arte, se ha acomodado la elegante corbata que lucía y con una sonrisa de oreja a oreja, de modo tímido, me dice: “Usted es Enrique ¿verdad?”

Al rato de haberse ido mi vecino, yo todavía seguía allí, haciendo ver que cerraba el buzón. Ese pequeño y elegante hombre con aspecto de mayordomo de película inglesa me ha dado la lección del día:
Enrique, usted no se acordará de mí, siempre le saludo, pero por la forma que veo me contesta, no me da la impresión de que me recuerde, si. Yo soy el padre de Manuel, aquel muchacho que usted colocó en las 188 viviendas del polígono San Blas, si, ese edificio al que llaman el Huevo Frito. Era el año 82, yo vine a verle, en una oficina de obra que usted tenía ahí, en la actual plaza que hay detrás de ese edificio, para pedirle que colocara a mi hijo que, entonces, tenía 19. El niño salía del submundo de las drogas y de esos centros de encarcelamiento juvenil de los que nada se aprende. Yo le pedí que lo colocara como única medida para que le liberaran de la condicional, y usted, no sé cómo lo hizo, pero tras una charla de una hora y media con el chico, a solas, lo contrató para listero – Nunca se lo pude agradecer, eran otros tiempos. Si quiere, podemos tomar un café ahora y si no puede, se lo dejo pagado en el Bar de la esquina o podemos quedar otro día
Siempre he pensado que el mundo es, habitualmente, desagradecido y al decir el mundo quiero decir, más bien, las personas en general, pero manteniendo la teoría que siempre me enseñó, desde la más tierna infancia, mi querida Paquita, que no era otra que esa especie de parábola bíblica que dice algo así como que: “haz bien y siempre serás recompensado aún y en el paso del tiempo y aunque sea por ti mismo”, pensaré que, a pesar de todo, siempre vale la pena hacerlo. Yo solo convencí a Manuel de que fuera capaz de adivinarme su futuro, me contó sus problemas y sus dependencias, odiaba a su padre, aún hoy, no se habla con él, jugamos a maestro y a alumno y lo convencí. Manuel llegó muy lejos, llegó a ser y es, un gran Jefe de Obra habiendo pasado por todos los cargos intermedios de una obra hasta llegar ahí. Manuel es uno de mis principales recomendados de toda la vida y uno de mis grandes valedores. Cosas del destino. Quizás, cuando me reponga, tomaré ese café con mi vecino y hasta le cuente lo que querrá oír.


4 comentarios:

  1. Que bonito lo que te dijo, cosas asi alegran el alma amigo Enrique y que lindo es leer tus recuerdos. Saludos

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    1. Así es Sandra, gusta saber que hiciste algo bien aunque fuera desinteresadamente.
      Un abrazo de domingo

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  2. Simplemente HERMOSO querido Enrique!!! Asi les digo siempre a mis hijos...que hagan el bien, que sean generosos, y que no piensen en lo que hara la otra persona con esa ayuda.. porque eso que hacemos es para nuestra alma...nunca hay que esperar el agradecimiento, porque no siempre llega.. En tu caso...mira que bonito lo que acontecido!!! Cuanto me alegro!!!

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    1. Un gran consejo, Eli, buenos y generosos.
      Gracias por tus siempre amables comentarios.

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